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Andalucía, el reto

04/04/2012 1 comentario

Los resultados de las elecciones andaluzas y asturianas ofrecen la oportunidad única de hacer un frente común desde la izquierda, confrontando las respuestas progresistas de quienes creemos en el estado del bienestar frente a la oleada conservadora que está arrasando todo el continente.

El reto más importante es lograr que IU y el PSOE se entiendan, que sean capaces de acordar un proyecto común que haga posible lo que nos están diciendo que es imposible: salir de la crisis sin renunciar a los derechos laborales y sociales, a la forma de vida de la que nos dotamos en la Constitución de 1978.

Será difícil. Tanto por la distancia que existe entre las dos formaciones como por la oposición frontal del gobierno de España, que intentará (ya ha empezado a hacerlo) boicotear cualquier iniciativa del ejecutivo andaluz. Pero a pesar de todas las dificultades, la izquierda en Andalucía debe estar dispuestas a lograr su objetivo: demostrar que se puede salir de la crisis sin dejar a nadie ni a nada en el camino, y además, lograrlo antes que aplicando las recetas neoliberales de Merkel y compañía.

Ni la formación que hoy dirige Cayo Lara ni el PSOE pueden permitirse el fracasar. Hay demasiado en juego como para que los intereses particulares de estas dos formaciones políticas perjudiquen al reto que la sociedad les ha impuesto.

Andalucía se ha convertido, de un día para otro, en el reto de la izquierda española, pero también europea. Aún a la espera de la victoria de Hollande en Francia, lo que ocurra en Andalucía de ahora en adelante será visto por toda la socialdemocracia europea con inusitado interés. Con el tamaño de un país medio de la Unión Europea, tanto en población como en superficie, Andalucía se convierte en el laboratorio donde la izquierda podrá poner en práctica y experimentar sus propias soluciones a la crisis económica.

El trago andaluz

Lo ocurrido en Andalucía tiene una lectura compleja. En primer lugar, está el hecho diferencial andaluz, tan denostado por la derecha. Hay quienes piensan que Andalucía es una extensión de Castilla, un accidente geográfico del que habría que culpar al Guadalquivir; pero Andalucía es mucho más que región de España, es un pueblo y una cultura que se siente español pero nunca castellana, madrileña o murciana. Ortega y Gasset, en su Teoría de Andalucía, obra cuya lectura recomiendo encarecidamente a Rajoy, Arenas y Cospedal, dice Andalucía, que no ha demostrado nunca pujos ni petulancias de particularismo; que no ha pretendido nunca ser un estado aparte, es, de todas las regiones españolas, la que posee una cultura más radicalmente suya. Sabio era Gasset, no deberían olvidarlo quienes pretendan gobernar esa tierra.

El olvido del hecho diferencial hace que el PP erre su discurso año tras años. Nunca han estado en condiciones de gobernar en Andalucía, ni lo estarán hasta que no asuman la realidad propia, singular y exclusiva de esta tierra. Es verdad que no han caído en anteriores tropezones. Poco o nada se ha visto en Andalucía a Aguirre o Cospedal; no se las puede ni ver en Andalucía y el PP lo sabe, por lo que han intentado mantenerlas ocupadas y ocultas durante la campaña electoral. Sin embargo, esta estrategia de imagen no ha sido capaz – nunca lo es – de disipar el disgusto que causan en los andaluces, hartos de sufrir indigestiones pesadas a causa de las Aguirres y Cospedales.

Otro error cometido por el PP, incapaz de mostrarse en Andalucía como libre y autónomo de las decisiones que se adopten en Madrid, es soltar a los perros rabiosos de sus medios de comunicación, esperando obtener el mismo resultado que en el resto de España. Por mucho que cacareen desde los medios de comunicaciones afines ultraconservadores que Andalucía es un pozo de estiércol donde solo reina la corrupción y la molicie, los andaluces seguirán, mayoritariamente, haciendo oídos sordos a tanta barbaridad absurda.

Podría decir que los únicos pozos de estiércol se han encontrado están en Valencia y Mallorca, comunidades gobernadas por el PP, pero sería entrar en el juego sucio que ellos practican. Un juego en el que solo ganan las porteras y los verduleros. Lo cierto es que en Andalucía, como en cualquier parte – y más si un mismo partido lleva tanto tiempo en el gobierno – se cuecen habas. Casos de corrupción, haberlos hay los; clientelismo, también; tráfico de influencias, ni te cuento; pero también se han logrado muchísimas cosas. Éxitos de gobiernos socialistas que se han pretendido negar o minimizar y de los que los andaluces se sienten muy orgullosos.

El PSOE necesita una fuerte renovación en Andalucía. Es necesario que las administraciones autonómicas se aireen, y acabar con los agravios territoriales internos, pues gran parte de Andalucía siente que se beneficia a Sevilla en perjuicio del resto. Todo eso es cierto, pero solo es una parte de la realidad. Las políticas de la Junta de Andalucía han favorecido el asiento de la población en las áreas rurales, dotado de hospitales, colegios y universidades a todas las comarcas, algo de lo que Andalucía era más que deficitaria al final del franquismo. Ha logrado una notable vertebración del territorio occidental, si bien las provincias de Granada, Jaén y Almería tienen muchos motivos de queja. Andalucía es pionera en energías renovables. Las exportaciones andaluzas crecen 11 por encima de la media nacional. Etc. Realidades que la derecha española no quiere ver, escudándose solo en las  tasas de desempleo y los casos de corrupción.