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El BCE está inactivo frente a la crisis

BCE-Crisis

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No lo digo yo, aunque bien saben que lo pienso, lo dice Arnaud Montebourg, ministro de Hollande al frente de la cartera de Recuperación Productiva. Y fue más lejos: << El BCE no se ocupa del crecimiento, no se ocupa de los parados, no se ocupa de la población europea>>. Es cierto que este ministro, conocido por su incontinencia verbal, es uno de los referentes mediáticos del ejecutivo de París y que sus declaraciones han de ser leídas en clave interna y no europea, pero es precisamente por esto por lo que resultan tan llamativas estas afirmaciones.

En Francia, cada vez es mayor la crítica hacia una UE gobernada por Alemania. Al frente de estas protestas están, sobre todo, los euroescépticos de siempre y la derecha de Le Pen, que incluso exige un referéndum para enero del 2014 sobre la continuidad de Francia en Europa. Sin embargo, el sentimiento de oposición a una Europa opaca y en manos de la todopoderosa Alemania cada vez es más hegemónico entre los franceses.

Algunos dirán que Francia siempre ha sido euroescéptica. Tienen razón, y tal como se están desarrollando los acontecimientos parece que tenían motivos sobrados para no desear una UE fuerte. Pero el hecho indiscutible es que, a medida que Europa cae en manos de Alemania, cada vez son más los europeos que reniegan de la Unión. Esta es la más grave de todas las consecuencias de las políticas austericidas que están impulsando desde Berlín: el fin del sueño europeo.

 

¿Oportunismo?

06/11/2012 1 comentario

El Psoe ha registrado una propuesta de Ley para poner fin al drama que sufren tantas familias que no pueden afrontar el pago de sus hipotecas. Se trata de una medida necesaria y que presiona al gobierno a mojarse, a buscar soluciones inmediatas a problemas concretos que se han convertido en un autentico drama social.

La presión de la opinión pública está forzando a la clase política a cambiar su actitud ante los bancos, impulsando reformas legislativas que, si bien no llegarán tan lejos como proponen algunas plataformas pro derechos civiles, mejorará el caduco modelo bancario y la regulación del sistema financiero, reforzando derechos de los usuarios de banca y los consumidores.

Pero hay en todo esto un componente oportunista que causa nauseas. Me alegro que al fin, los políticos españoles estén dispuestos a escuchar a la sociedad, pero hace tiempo que se debían haber adoptado estas medidas. El Psoe no hace un año que gobernaba en España. Entonces tenía la oportunidad de impulsar reformas legislativas que construyesen un marco regulatorio financiero más justo y respetuoso con los derechos de las personas. No lo hicieron, y en consecuencia, muchas miles de familias han sufrido el drama de perder su vivienda y encontrarse en la calle. Aunque hoy reconozcan su error y hagan propósito de enmienda con esta ley, aún tienen que demostrar que no se trata de una acción electoral, oportunista e interesada, sino el fruto de una profunda reflexión que les impulsa a reconsiderar muchas de sus posiciones pasadas.

En cualquier caso, la mejor ayuda a los damnificados por las hipotecas no está llegando desde la política. Son los jueces – o un grupo nutrido de jueces – quienes han enarbolado la bandera de las reivindicaciones sociales y están poniendo en serio aprieto a la clase política. No sólo existen conatos de franca rebeldía en la aplicación de la ley, e informes demoledores sobre la situación jurídica de los procesos, además – y esto quizás sea lo más importante – algunos jueces han planteado preguntas prejudiciales al Tribunal Europeo.

La cosa no es baladí, porque un pronunciamiento del Tribunal Europeo a favor de las tesis defendidas por algunos jueces y asociaciones jurídicas dejaría al gobierno con los calzones a la altura de las rodillas. No olvidemos que la ley hipotecaria que está favoreciendo a la banca frente a los deudores data de comienzos del siglo XX, y en muchos apartados se aleja de la doctrina comunitaria. Esto significa que el Tribunal Europeo podría considerar la actual legislación contraria al Derecho Europeo, provocando un terremoto jurídico como pocos se han conocido en el pasado. El gobierno, quiera o no, con proposición legislativa del Psoe o sin ella, tiene que mover ficha y reconsiderar el marco regulatorio antes que sean las instituciones de la UE las que tomen cartas en el asunto. Y es que, después de todo, es bueno ser europeo.

 

Animal spirits

En economía, se habla de animal spirits para hacer referencia al papel que juega la psicología – o más bien la sociología – en la resolución de las crisis económicas. Es un término heredado de las doctrinas de Keynes. En parte – y todos los economistas lo reconocen – la economía depende más de los estados de ánimo que de los propios fundamentos económicos. Si creemos que la economía irá bien, irá bien; pero si dudamos de nuestras posibilidades, sin duda que la cosa se estropeará aún más. Estos animal spirirts son los que están detrás de los brotes verdes de Zapatero, que sólo él veía, o los datos positivos a los que aludía más recientemente la Ministra Fátima Ibáñez, sin especificar ninguno.

Pero de nada sirven las opiniones positivas cuando se ha castigado a la población con el famoso “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. El discurso abanderado por el PP – y una gran parte del Psoe – ha generado un clima nocivo de resignación. La sociedad española es presa de un sentimiento de culpabilidad que atenaza sus esperanzas y limita cualquier posible oportunidad de crecimiento.

Durante años, el bipartidismo y toda su batería mediática nos ha bombardeado con mensajes negativos. Es el momento de cambiar el chip y apostar por un refuerzo positivo que ponga en valor todas las cosas buenas que hay en España. Y son muchas, aunque la amargura del momento nos impida disfrutarlas.

Sin embargo, el gobierno no logrará invertir el estado de ánimo de los españoles si sus mensajes no se acompañan de una coherencia en la acción política. Mientras los recortes, los repagos, los impuestos y las privatizaciones sin liberalización continúen siendo la noticia de cada mañana, los españoles seguiremos sin creer en los brotes verdes, sumergiéndonos cada vez más en la actual crisis.

Necesitamos optimismo, confianza en nosotros mismos, emprendimiento, coraje, valor, pero sobre todo, necesitamos gestos. Y el gobierno de Rajoy anda bastante parco en cuanto a gestos ciudadanos se refiere. La ley hipotecaria y los desahucios son una buena oportunidad para unir a todos en una lucha común y hacernos creer en la victoria. Frenar el drama de los desahucios no sólo es una exigencia moral, también una inyección de confianza y amor propio a una sociedad que ha bajado los brazos y se ha rendido ante la crisis.

Desde el 2008 se ha culpado a la sociedad de la situación. Desde el 2008 nos han bombardeado con mensajes desesperanzadores, catastrofistas, inevitables. Si uno lee algunos discursos económicos parece que se hablase más de un castigo divino a nuestros muchos pecados que de un proceso social. Romper esa dinámica será difícil y demanda algo más que palabras. Precisa de gestos que aúnen fuerzas y generen confianza en los ciudadanos, porque al final, los que sacarán a España de la crisis no serán los bancos ni los mercados, seremos usted y yo, y nuestros vecinos. La gente de la calle es la que sacará a España de esta situación, por eso es tan importante que la sociedad vuelva a tener confianza en lo que podemos lograr si nos lo proponemos.

Rajoy, encerrado tras los muros mediáticos que lo protegen, está dejando pasar demasiadas oportunidades de cambiar las cosas. O lo que es igual, está dejando pasar demasiadas oportunidades para cambiar el estado de ánimo de la sociedad. Y este es el gran error de su gestión.

 

 

Gasto público + impuestos = menos crecimiento

En más de una ocasión (y de tres) he manifestado la necesidad de acabar con la concepción hipertrófica del estado. Abandonar la ilusión que dicta que un Estado grande es un Estado mejor. La eficacia de las administraciones no depende del tamaño de la administración sino en la correcta asignación de los recursos.

Para empezar, el Estado debería desprenderse de toda la carga <<parapolítica>> que lo rodea en forma de sindicatos y patronales dependientes del erario público para su sostenimiento (y que le restan independencia), onges, fundaciones, patronatos y empresas públicas en pérdidas. Debe hacerlo por tres motivos esenciales:

1º la dependencia económica del estado vía subvenciones convierte a los perceptores en rehenes del poder político, imposibilitando el desempeño correcto de sus funciones.

2º es un gasto que no nos podemos permitir y que, además, genera desventajas competitivas en los mercados, limitando la capacidad de crecer y generar riqueza de las empresas privadas.

3º la existencia de empresas de titularidad pública, pero disfrazadas bajo la apariencia de mercantiles, fomenta la corrupción y la opacidad den las cuentas. Son muchas las empresas zombi que suman deuda privada cuando, en realidad, son empresas constituidas con capital público y una dirección política impuesta por los diferentes gobiernos de turno.

La sobredimensión del Estado supone unos elevadísimos gastos. Gastos que, debido a la ineficiencia en la asignación de los recursos, genera un déficit estructural (gastamos más de los que ingresamos, incluso sin contar con los intereses de la deuda). Para cubrir este déficit, se suben impuestos, lesionando el consumo y limitando el ahorro. La consecuencia es menos crecimiento económico y por tanto, más pobreza.

Además, las ansias depredadoras del Estado están condicionando el mercado del crédito. En el último año, la banca ha pasado de acumular 94.778 millones de euros en bonos y Letras del Tesoro (que ya es dinero), a más de 195.203 millones de euros. Más de 100.000 millones de euros que se han destinado a financiar el hiper- estado en vez de financiar a pymes y familias.

Esta es una de las razones por las que la banca española está presionando al gobierno y a los medios de comunicación para que se solicite el rescate y este sea percibido por la opinión pública como la única solución posible. Su sobre exposición a la deuda española puede poner en peligro su propia supervivencia. Pero hay más tras estas cifras: la dependencia de la financiación convierte a los gobiernos en rehenes de la banca, a la que nada se le puede negar porque, entre otras cosas, es la que está poniendo los dineros para mantener empresas y entidades públicas y subvencionadas que poco o nada ofrecen al bienestar de los ciudadanos.

El siguiente gráfico muestra visualmente lo que estoy explicando:

 

Mientras que la financiación en general baja, la financiación a Estado (muy por encima de la privada) se mantiene estable e incluso crece en relación al 2011.

La consecuencia de esta situación es evidente, y es la que estamos sufriendo todos a diario: un rápido deterioro de nuestra capacidad adquisitiva, de nuestros ahorros y en consecuencia de nuestro nivel de vida. Cuando más tiempo dura esta situación, más familias de clase media quiebran y pasan a engordar las cifras de pobreza.

Sólo con una reconversión profunda del Estado se podría retomar rápidamente el crecimiento. Esto no tiene nada que ver con la cuestión territorial o las autonomías. Se trata de limitar la acción pública a aquello que está definido por los principios constitucionales y son la base de nuestra convivencia. El Estado debe dejar de comportarse como una multinacional con ramificaciones en todos los sectores. El Estado no está para gestionar cadenas hoteleras como Paradores Nacionales (con pérdidas millonarias) o hipódromos como el de la Zarzuela. Mientras no se reduzca el tamaño del Estado y se sigan destinando los escasos recursos a mantener todo este entramado político- económico, seguiremos sufriendo la crisis y sus terribles consecuencias. 

O no se entera de nada o nos quiere engañar

19/10/2012 1 comentario

Rajoy a veces parece lerdo. Supongo que es una estrategia para evitar que la opinión pública lo considere un mentiroso compulsivo. Tras la cumbre europea celebrada ayer, y que concluyó – como viene siendo costumbre – a las tantas de la madrugada, la Unión Europea le ha dado un portazo en las narices a España. La unión bancaria y la autoridad supervisora europea se implementará a lo largo del 2013, y no en enero como se acordó en un principio. Esto significa que la recapitalización directa de los bancos no llegará hasta el 2014. Demasiado tiempo para un país que se hunde por falta de liquidez.

La reforma del sistema bancario en España es requisito ineludible para cualquier mejora de nuestra economía. No podemos esperar un año a que Europa quiera o no prestarnos los fondos. Es más, ¿quién nos asegura que el 2014 será el año en el que lleguen esos fondos comprometidos? Alemania presiona para que España renuncie a su soberanía y acepte un rescate en condiciones leoninas. No está dispuesta a un rescate blando: quiere la piel de toro para hacerse un abrigo. Somos su nueva presa, y no está dispuesta a renunciar a su trofeo así como así.

Merkel sabe que un rescate a España enfurecería al contribuyente alemán, y que este enfado podría pasarle factura en las próximas elecciones. Sin embargo, también sabe que si es capaz de someter a España e Italia – mejor si es de un solo golpe – y convertirlos en europeos de segunda, al servicio del nuevo Reich, los sectores ultra conservadores harán todo lo posible por auparla a un nuevo triunfo electoral.

La gran baza de España, no solicitar el rescate y tomar el mismo camino de Islandia aún no se ha jugado. Pero pocos creen que Rajoy, aunque ha amagado en esta dirección alguna vez, esté dispuesto a llegar hasta el final. Quizás por eso, España ha perdido la batalla diplomática y el Reich de Merkel ha vuelto a triunfar.

Pese a todo, aún no está perdida la guerra y todavía se puede forzar un cambio en las políticas europeas hacia España. Todo dependerá de la capacidad de negociación de Rajoy y nuestro despliegue diplomático. Con todo, esta derrota nos deja en una situación estratégica muy comprometida. Sin embargo, Rajoy se niega a ver la realidad o a reconocerla públicamente. Esto supone añadir desconfianza y descrédito a España, y por tanto, perjudicar nuestra imagen en el exterior y la capacidad del gobierno de resolver los problemas a corto plazo. Una mala noticia para España que se agrava por la falta de transparencia y claridad del gobierno. 

Europa ¿Qué es eso?

Supongo que muchos españoles, empezando por sus políticos, al preguntarles sobre Europa pondrán cara de póker, como si le estuviésemos preguntando sobre la dinastía de los zulús, la cual de paso, tampoco está de más conocer, aunque no nos sirva para nada.

España siempre ha dado en las encuestas un perfil abrumadoramente europeísta, si bien, en los últimos años, con la crisis y las políticas equivocadas que patrocinan los 27, el cariño por el viejo continente está cayendo en desuso. Es algo normal en cualquier crisis, se acentúan los nacionalismos insolidarios. Pero es precisamente por esto, que es más necesario que nunca la pedagogía política, en este caso, europeísta. Sin embargo, nuestros regidores no están por la labor de explicarnos qué es Europa y qué futuro le depara. Probablemente, esta desidia se deba a una parte de ignorancia cateta y a otra de canguelo. No explican nada de Europa, ni hacen pedagogía europeísta, porque el diseño de la Europa que están construyendo no convence a la ciudadanía.

Ya pasó con el 2005, cuando tanto PP y Psoe – tanto monta, monta tanto – defendieron una constitución infumable, antisocial y basada en la <<democracia indirecta>>. Es decir, en una forma de gobierno de la Unión intergubernamental. De hecho, a día de hoy, sigue siendo imposible constituir un partido paneuropeo, siendo sólo posible la federación en el ámbito europeo de partidos preexistentes en cada país. Además, el Parlamento sigue teniendo reconocido el derecho al pataleo, pero poco más. Es lo que algunos han llamado, la Europa de los mercados.

Los europeos, sin embargo, queremos otra cosa. Queremos la ciudadanía europea, la Europa de los ciudadanos y los pueblos, un Estado Federal o una Confederación de Estados con un Presidente elegido por los ciudadanos en sufragio libre, secreto, directo y universal, una política exterior común y un ejército común, compatible con 27 guardias nacionales.

Para algunos, esto de la defensa y la existencia de un ejército común les puede sonar a ciencia ficción, sin embargo, la idea es anterior incluso a la Comunidad Económica Europea y hunde sus raíces en el pensamiento político de Robert Schuman, uno de los Padres Fundadores  de la Unión Europea. Aún en la época de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, Schuman defendió la integración militar de Europa en lo que fue el fallido intento de crear la Comunidad de Defensa Europea entre 1952 y 1954. La propuesta implicaba la prohibición de dotarse de fuerzas militares al margen del ejército común al margen de las excepciones recogidas en el propio Tratado, por desgracia rechazado por la Asamblea Nacional Francesa.

Desde entonces, la opinión pública es cada vez más favorable a una mayor integración política y defensiva de la UE. Pero exige, y es lógico que así sea, mayor control democrático sobre las instituciones. Ningún europeo – por muy europeísta que sea – está dispuesto a dejar la defensa e integridad de su territorio en manos de un político no elegido por los ciudadanos. Igual con cualquier otra cuestión pública que afecta a la naturaleza esencial del Estado: sólo desde procesos democráticos, donde el ciudadano tenga la oportunidad de elegir libre y directamente a sus gobernantes, se podrá avanzar en la construcción de los Estados Unidos de Europa.

Sin embargo, los políticos no están muy por esa labor. Prefieren mantener sus cuotas de poder antes que abrir un verdadero proceso constituyente a nivel europeo. Quizás por eso, la pedagogía europeísta ocupa un lugar tan secundario en sus agendas. Siquiera celebran los aniversarios.

Sin embargo, este mes de octubre celebramos el vigésimo aniversario del mercado común. Un mercado común que se enfrenta hoy a retos muy importantes, todos relacionados con una mayor integración del viejo continente. No debería extrañarnos; después de veinte años juntos, la realidad y las sinergias generadas exigen más unión económica, más unión fiscal y política; exige, en definitiva, más Europa. Y es que, Europa, aunque no nos hayamos dado cuenta, no es otra cosa que nuestro país.

 

 

La lección que Rajoy debería estudiar

No soy especialmente partidario de las políticas de Keynes, entre otras cosas porque el escenario en el que se desarrollaron era muy distinto al actual. Keynes nunca se enfrentó a la deflación ni al mundo globalizado en el que nos encontramos, donde las fronteras son más permeables que en ninguna otra época de la historia y con una influencia de las TIC aún no calculada del todo.

En casi cualquier circunstancia, soy de la opinión que el mejor gobierno es el que menos molesta. Defiendo un modelo de Estado que garantice una cartera básica de servicios, pero que se abstenga del paternalismo y de entrometerse donde no le incumbe. No creo que el Estado esté para transportar mercancías, ejercer de cartero, gestionar cadenas hoteleras o subvencionar negocios ruinosos.

Imaginemos que somos los dueños de un bar. El negocio va viento en popa, pero abren otro justo en frente. Surge la competencia. Si el mercado es lo suficientemente grande, los dos negocios prosperarán, incluso su proximidad ayudaría a crear sinergias que contribuyan a mejorar las cuentas de beneficios de ambos, como ocurre con los establecimientos situados en zonas de ocio, donde la concentración de la oferta en un área de la ciudad es la clave del éxito de muchos locales de copas. Pero si el mercado no es tan grande, las dos empresas tendrán que competir por su supervivencia. En principio, será la mejor la que gane. Pero, ¿qué ocurriría si uno de esos dos bares del ejemplo pertenece al Estado o a una multinacional importante? El otro bar estaría condenado al cierre. Las multinacionales, como el Estado, tienen capacidad de sobra para aguantar pérdidas millonarias durante años y años, a condición de ocupar el mercado. Para colmo, en el caso del Estado, se da la paradoja que las pérdidas que soporta el Estado y llevan a la quiebra al pequeño empresario son financiadas también por sus propios impuestos. Con sus impuestos financia el intervencionismo del Estado que termina por hundir su negocio Paradójico.

Es un ejemplo extremo. Lo sé. Aún no hemos visto a Rajoy sirviendo bocadillos de calamares, pero todo es posible. El intervencionismo económico del estado es tan nefasto para la economía y el bienestar de los ciudadanos como su absoluto abstencionismo. La participación del Estado en la economía genera competencia desleal, agravios comparativos y, a largo plazo, un problema grave de competitividad. Por eso hay que evitar que el Estado crezca hasta límites insostenibles. No podemos olvidar que el político es un animal que se alimenta del poder; si le dejas ocupará todo el espacio disponible y no dejará lugar para la sociedad civil, la cual asfixiará.

Un error que se comete con frecuencia, sobre todo desde posiciones de la izquierda, es confundir un estado grande con un estado mejor, cuando en la práctica ocurre justo lo contrario. Un estado que se mantenga en sus justas dimensiones será más ágil y diligente, dispondrá de más margen de acción en situaciones de crisis – como la que nos encontramos –y se adaptará mejor a los cambios. Los estados grandes, sin embargo, son más lentos y pesados, llevan mal los cambios y son incapaces de reaccionar ante las crisis porque ellos son parte del escenario adverso.

Hecha esta explicación, debo reconocer que, en ocasiones, las políticas expansionistas, y sobre todo, la actitud intervencionista del estado puede contribuir a solventar los problemas cuando estos se presentan. Dicho de otro modo: cuando el coche no arranca es necesario que el Estado sea el primero en empujar.

Este empuje implica el gasto público y la bajada de impuesto, justo lo contrario de lo que se está haciendo ahora. Pero sobre todo, implica el liderazgo de la política sobre cualquier otra cuestión. El gobierno debe ser el líder. No solo un gestor, sino aquel que se pone al frente de su pueblo y lo motiva para, enfrentándose a quien haga falta o a lo que venga, lo lleva a conquistar cualquier meta.

El video que comparto corresponde a una intervención de Julián Pavón, economista, Catedrático de la Politécnica de Madrid y una de las mentes más claras del país.

Es una lección interesantísima. La explicación más clara a cuanto ha sucedido en el mundo en los últimos sesenta años. Explica la situación actual, la raíz del problema y apunta, también las soluciones. Imprescindible.

 

 

A vueltas con la banca

Ya hemos dicho hasta la saciedad que la verdadera reforma que necesita España es la financiera. No es que las otras no sean necesarias, pero es que no tendrán sentido si antes no resolvemos el problema del crédito. Es como si alguien acude al médico a punto de morir por una infección y antes de inocularle antibióticos el médico le sacase una muela. No es que no fuera necesaria la extracción – quizás la muela estaba podrida y era la auténtica causa de la infección –, pero sin los antibióticos correctos, lo único que consigues es un fiambre con una dentadura sin caries.

El problema es que nadie en este país ha querido meterse con la banca. Más que por el poder real que tienen, porque les asusta las consecuencias de sus actos. No estamos en un país de lobbies. Siquiera el lobby financiero tiene el poder que le presumen sus detractores. La realidad es mucho más prosaica: políticos mediocres. La casta política española está formada por una legión de arrogantes trepas sin ninguna experiencia real en toma de decisiones estratégicas o gestión de crisis. Nunca se ha hecho nada para meter en vereda a la banca porque, sencillamente, no se sabía qué demonios hacer.

Se ha fallado demasiadas veces y ya nadie confía en que la reforma que prometen de resultados. ¡Tantas veces nos han dicho que esta era la definitiva! Pero esperemos, por el bien de todos, que sea verdad. Lástima que nada invite a la esperanza.

Los datos desvelados por la consultora Oliver Wyman demuestran que el gobierno no está por la labor de hacer las cosas siquiera cercanas a la realidad.

Este es el cuadro que resumiría las necesidades financieras de las entidades:

 

Los datos revelados plantean las necesidades en dos escenarios distintos: el actual y otro aún más difícil. Bien, sin observamos con atención, vemos que al BBVA le sobra más dinero en el escenario adverso que en el escenario base. Raro, rarísimo. ¿Cómo es posible que le vayan mejor las cosas en un escenario adverso, con – por ejemplo – una morosidad muy superior a la actual? Fácil: han hecho trampa.

Lo que ocurre es que el core capital en el escenario base es del 9%, la cantidad aconsejable para considerar que un banco está bien capitalizado. Pero en el escenario adverso, se ajusta al 6% para que salgan las cifras. Así de simple. Se cambian las reglas de juego.

En otras ocasiones, como en los cálculos que hacen referencia a la Caixa, lo que se hace es mantener los beneficios tanto en un escenario básico cómo en el adverso. Y así con todas las entidades.

Estas trampas y mentiras tan burdas son las que generan las desconfianza en los mercados pero, también y sobre todo, en los ciudadanos. Se les volverá a prometer que el crédito fluirá a raudales una vez nos endeudemos hasta las cejas para salvar de la quiebra a los bancos. Sin embargo, no es cierto. Las premisas sobre las que levantan sus previsiones son erróneas, están deliberadamente forzadas. Además, las entidades tendrán que ajustar sus balances y todo el dinero que les llegue irá a tapar agujeros y sanear sus propias cuentas. No quedará nada para las pymes y las familias.

Igual que cuando se decidió que sumando dos Cajas malas tendríamos una Caja de Ahorros buena, y se terminó por intoxicar a todo el sector financiero al mezclar manzanas podridas con otras sanas, esta recapitalización de la banca puede acabar por convertirse en el drama del siglo.

 

Habemus Presupuestos

Esta vez, Rajoy, no ha esperado a la celebración de las alecciones autonómicas en Galicia y País Vasco para presentar sus presupuestos, tal y como hiciera la pasada primavera con las elecciones en Andalucía. Muchos temíamos que, pese a las exigencias de Bruselas y la situación económica, incumpliese otra promesa y esperara hasta principios de noviembre aduciendo cualquier gilipollez. Por suerte, o quizás gracias al adelanto electoral de Cataluña, que fija la renovación del Parlamento para el próximo noviembre, en esta ocasión, se ha actuado con responsabilidad y se ha disipado la incertidumbre. Sin embargo no sirve de mucho cumplir los plazos presupuestarios, pues la verdadera incógnita gravita sobre la solicitud o no del rescate soberano.

Los anteriores presupuestos fueron muy esperados por ser los primeros, y porque en aquellos meses, hablar de rescate, como algunos anunciábamos, era poco menos que estar loco. Hoy vemos que la situación ha venido – por desgracia – a darnos la razón a los pesimistas. Rajoy cometió un error muy grave cuando priorizó sus reformas. En vez de coger el toro por los cuernos y acometer una profunda reestructuración del sector bancario, donde se encuentra el meollo de nuestros problemas, gastó su crédito político y sus esfuerzos en contentar a unos pocos grandes empresarios y desregularizar el mercado de trabajo, así como imponer unos recortes sociales lesivos para las clases medias y las familias más necesitadas. Para colmo, subió el IRPF y luego el IVA, hundiendo el poder adquisitivo de los asalariados, deprimiendo el consumo y agudizando la recesión.

Con esa política económica, era de previsible la situación en la que hoy nos encontramos. Y en este contexto, los presupuestos se la resbala a todo el mundo. Nadie cree que se vayan a cumplir. El sentimiento mayoritario entre los agentes económicos es de indiferencia, un gasto inútil de papel que se quedará en nada cuando llegue la troika.

A pesar de todo, creo que aún hay margen para evitar el rescate. Algunos datos económicos, sobre todo los relacionados con el comercio exterior y la productividad, permiten ser optimistas. Además, el deterioro de la economía alemana es más que evidente, lo que podría ocasionar que el BCE actuase sobre los mercados para evitar que el gigante germano termine de colapsar. Esta actuación, aunque sea de rebote, nos podría beneficiar y mucho.

Respecto a los presupuestos en sí, no arrojan ninguna sorpresa. El ajuste se gastará en los intereses de la deuda. Es decir, todo lo que ahorremos apretándonos el cinturón irá destinado  pagar los intereses y ni siquiera podrá amortizarse nada de la gigantesca deuda pública que acumulamos. Esta situación ha forzado que se reduzca a su mínima expresión las inversiones en infraestructuras hasta el 2024. Algo que invita a dos reflexiones bien distintas: o no esperan que salgamos de la crisis antes de esa fecha, o no están por la labor de cumplir con las previsiones. Personalmente, creo en lo segundo: no tienen intención de cumplir el presupuesto. Bien porque se solicite el rescate en noviembre (es una posibilidad realista) o porque confían que al relajarse los intereses de la deuda se pueda refinanciar a intereses más benévolos.

Si tenemos razón en nuestras sospechas, el presupuesto encierra una trampa: a partir del segundo semestre del 2013, con unos intereses más bajos para nuestra deuda, el gobierno dispondrá de más margen presupuestario, el cual aplicará de manera arbitraria. Lo contrario sería la solicitud del rescate y la intervención de España. Dicho de otro modo: estos presupuestos no están hechos con la intención de cumplirlos.

Por otro lado, el presupuesto deja muchas preguntas sin respuestas, y parece renunciar a la lucha contra el fraude. El gobierno pretende ingresar más en las arcas públicas mediante la suspensión de las deducciones a las grandes empresa, prolongando el impuesto al patrimonio y llevándose el 20% de los premios de lotería superiores a 2.500€. Estas medidas hace tiempo que debieron ser adoptadas, antes que la subida del IVA o el IRPF. Sin embargo, el verdadero problema es el fraude fiscal, y el gobierno sigue sin ningún plan para combatir esta lacra, ni apenas tiene ninguna previsión creíble en los presupuestos.

Otra cuestión interesante de los presupuestos, que nos permite anticipar algunas medidas, es el reconocimiento de la recesión pero el anuncio de una reducción de las cifras de desempleo. ¿Cómo se podrá crear empleo en recesión? La respuesta es sencilla: mini-jobs. La única duda es que nombre le pondrán a la criatura y cuando lo harán público. Apuesto que en diciembre, cuando todos los procesos electorales hayan concluido.

Algunas otras cuestiones llamativas, tras la primera lectura, son la creación de una Agencia para el Control Presupuestario, un nuevo órgano – por si no había suficientes – que alertaría sobre las desviaciones tempranas de los presupuestos; el sueldo de los funcionarios continuará congelado, aunque prometen devolverles la paga extra de navidad en el 2013; supresión de la deducción de la vivienda (algo que ya sabíamos que haría); y un nuevo plan renove para dinamizar el sector del automóvil.

Falta aún mucha letra pequeña por leer, pero la primera valoración es decepcionante. Se podía hacer mucho más de lo que se ha hecho. Confío que la semana que viene, podamos ir desgranando cada una de las medias de carácter estratégico y valorarlas. Dispondremos para entonces, además, del informe sobre la banca que hará público esta misma mañana – si no pasa nada – la consultora Oliver Wyman. Además, seguro que hoy viernes, Moody´s nos reserva alguna sorpresita.

 

 

No credit

26/09/2012 3 comentarios

No tenemos crédito. Ni político ni económico. Rajoy ha defraudado a propios y extraños. Ni sus detractores esperaban que fuese tan cafre. No aporta soluciones, aumenta la incertidumbre y da la sensación de haberse convertido en el bufón de Europa. Esta es la causa de la falta de crédito político, y por consecuencia en pérdida de crédito económico.

La fuga de capitales está doblegando a la banca, ya maltrecha tras la orgia inmobiliaria. La ratio – según publicó Bloomberg – entre lo que se presta y lo que se capta es de 187 a 10. Es decir, la banca está prestando más de lo que consigue captar en depósitos. Esta situación puede llevar a la UE a obligar a España a suspender o restringir al máximo la concesión de créditos.

Cualquiera sabe que las empresas y los particulares están teniendo muchos problemas para conseguir créditos, pero si no se logra evitar la fuga de capitales, el grifo se cerrará aún más, asfixiando la ya sin aire economía nacional. No puede haber crecimiento sin crédito, sin la capacidad de financiar determinados bienes y servicios, pero el crédito no regresará hasta que no se logre recuperar el crédito político. Hasta que no volvamos a confiar en nuestras posibilidades y en nuestro futuro, no regresarán las inversiones, los depósitos y por consecuencia los préstamos y la recuperación económica.