Rajoy y sus cosas
El Presidente del Gobierno, en el transcurso de unas jornadas económicas organizadas por el prestigioso The Economist, hizo una defensa cerrada del bipartidismo y aseguró que en España no había <<partidos estrafalarios>> y de <<derivas pocos deseables>>. Quiero pensar que, el señor Rajoy, aún estaba cansado por las cumbres europeas y que habló para, entre otras cosas, tranquilizar a los inversores que allí estaban y dar una imagen de gobernabilidad en el exterior. Lo digo porque, si cree realmente que España va a continuar aceptando un bipartidismo a lo Cánovas y Sagasta, la lleva cruda. E igual podríamos decir del Psoe, encantado también con este discurso de cerrazón bipartidista.
Se argumenta la estabilidad que supone la existencia de dos grandes partidos turnándose en el poder, y sobre todo, concentrando grandes cuotas de poder territorial en Comunidades Autónomas, Diputaciones Provinciales y Ayuntamientos. Como ejemplo paradigmático, se pone el caso del Reino Unido, Estados Unidos y Francia. Sin embargo, se olvidan de explicar algunas diferencias sustanciales. En el Reino Unido, los partidos nacieron desde el Parlamento; fue un proceso de creación, digamos que interno. Fueron los parlamentarios quienes se agruparon en dos grandes fuerzas, que por cierto, no eran los dos grandes partidos de hoy. Conservadores y Liberales se turnaron en el poder hasta la aparición del Laborismo, que relegó, pero no excluyo a los Liberales, quienes ya convertidos en Liberal – Demócratas han roto con el bipartidismo tradicional y forman coalición con los toris. Además, a nivel local y en Irlanda y Escocia, la pluralidad es máxima. Para colmo, los parlamentarios – y esta la cuestión de fondo – no tienen disciplina de voto, y en más de una ocasión no dudan en cuestionar abiertamente las decisiones del gobierno aunque sea de su propio signo político.
En Estados Unidos ocurre prácticamente lo mismo. Es verdad que Republicanos y Demócratas se turnan en el poder. Pero el concepto de partido en Estados Unidos es más parecido al que tenemos en Europa de una plataforma electoral. Además, en los estados, juegan un papel muy importante los independientes, en Florida por ejemplo, Charlie Crist, antiguo gobernador republicano se presentó como independiente al senado. Es algo habitual que esto ocurra, incluso que algunos políticos se lleguen a presentar por los dos partidos. Además, no es cierto que los partidos americanos concurran solos, en realidad, cada uno es apoyado por una pléyade de pequeñas formaciones y grupos de presión internos. Por ejemplo, sólo en los republicanos encontramos entre las principales organizaciones la Log Cabin Republicans, Liga de los Gays y Lesbianas Republicanas; Republican Main Street Partnership, Alianza Republicana de la Calle Main; Republican Leadership Council o Consejo de Liderazgo Republicano, que junto a la anterior forman el núcleo moderado del partido; la National Federation of Republican Assemblies, Federación Nacional de Asambleas Republicanas, que son los Teoconservadores; etc. Todas estas organizaciones (y otras muchas) tiene una existencia propia al margen del Partido Republicano, y presentan sus propios candidatos a las primarias o pactan entre varios la presentación de un candidato conjunto. En cualquier caso, como ocurre en el Reino Unido, los senadores y los congresistas no están sujetos a ninguna disciplina de partido, y responden sólo ante quien los eligió.
En Francia, el sistema es mayoritario y está concebido para el bipartidismo, pero al contrario de lo que ocurre en España, los dos grandes partidos son proclives a integrar en sus candidaturas y sus gobiernos a los partidos más pequeños, configurándose más que dos partidos, dos bloques, el eje izquierdo y el eje derecho, ambos muy plurales. De hecho, Hollande ha integrado a los verdes en su ejecutivo. Además, en las elecciones regionales y municipales, el vencedor obtiene la mayoría absoluta, pero el resto se reparte proporcionalmente entre el resto de las fuerzas políticas. Así garantizan la representación de todas las tendencias. Para presentarse a segunda vuelta es necesario obtener el 5% de los votos en la primera ronda, pero la ley admite que varios partidos se coaliguen para sumar este tanto por ciento.
Además, tanto en Francia como en Estados Unidos, la elección del ejecutivo es presidencial, separando así el aparato legislativo y ejecutivo, dando lugar, en muchas ocasiones a la llamada cohabitación, es decir, cuando el ejecutivo tiene que gobernar con un parlamento del bloque político contrario.
Como ejemplo del desastre multipartidista se pone, con mucha frecuencia, el caso de Italia. Pero en realidad, el problema surgió en la alianza de unidad nacional contra el Partido Comunista, el cual después se terminó hundiendo solo (bueno, con alguna ayudita), la elevada corrupción y el largo brazo de la mafia.
Otros países, como Holanda, Bélgica, Suiza, Dinamarca, la propia Alemania o Israel, con el Parlamento más plural que conozco, acabaron hace mucho con el bipartidismo. España debe hacerlo. Está en manos de los dos grandes abrir el campo, tanto en el Congreso como en las Comunidades Autónomas y los Ayuntamientos, es integrar a nuevos partidos con los que poder formar gobiernos de coalición. Y deben hacerlo a la vez que logran regenerar sus propios partidos. De lo contrario, nos dirigiremos, entonces sí, a la italianización de nuestra política. Riesgo que existe si no se ataja con firmeza la corrupción y los dos grandes partidos se hunden electoralmente.
Nunca es buena idea estar contra los tiempos. Tanto el PP y el Psoe deben darse cuenta que las cosas ya nunca serán como antes. El tiempo de los rodillos democráticos ha pasado. La gente clama en la calle soluciones a la crisis económica, a los problemas sociales que esta ha creado y a la regeneración democrática. Una regeneración que pasa, sin lugar a dudas, porque las instituciones dejen de ser una multipropiedad del PP y del Psoe.
Quien es Quien, en las Elecciones Italianas
Tras la imposición de un gobierno tecnócrata por la UE, Italia se enfrenta a una necesaria regeneración democrática. Muchos sectores sociales, políticos y económicos consideraban el gobierno de Monti una dictadura encubierta, que ha fracasado tras menos de un año en el poder. Estos son los principales grupos que concurren a las elecciones, en cuyas manos está el futuro de Italia, la regeneración democrática y en gran medida el futuro de la UE, pues es evidente que un país como Italia, tendrá mucho que decir en el concierto (batiburrillo) europeo.
Son los favoritos. Están liderados por Pier Luigi Bersani, antiguo militante del Partido Comunista, de cuyas cenizas nació el Partido Democrático de la Izquierda y de este el Partido Democrático. No concurre sólo a las elecciones (ninguno lo hace en Italia), lleva de compañeros de viaje a Izquierda Ecológica Liberal, al Centro Democrático y al Partido Socialista Italiano.
Una de sus grandes bazas es la experiencia política de Bersani, varias veces ministro en diferentes gobiernos, tanto Prodi como de Maximo d´Alema. Sus propuestas contra los ajustes y a favor de una política expansionista que garanticen el crecimiento económico y la creación de empleo lo hacen muy popular entre las clases medias. Sin embargo, es casi seguro que pactarían con Monti para evitar la entrada de Berlusconi al gobierno, aunque les cuesto sacrificar su política económica. Muchos creen que, sabedores de la coartada política que tendrán con el regreso de Berlusconi, se atreven a prometer cualquier cosa, aún sabiendo que no podrán ponerla en marcha.
El Pueblo de la Libertad es el partido político liderado por Berlusconi. Saben que será difícil ganar las elecciones. Pero tienen suficiente apoyo social como para ser determinantes en el Parlamento, sobre todo si el resto de los partidos no logra un gobierno estable de coalición. Esta es su gran baza. Si se posicionan bien, la continuidad de las políticas de ajuste pasarían factura a hipotéticos socios de gobierno como el Partido Demócrata. Surgirían tránsfugas (bastante frecuente en Italia) y en un par de años podrían estar en condiciones de afrontar con éxito unas nuevas elecciones.
Por el momento, se conforman con dar cobertura legal a su líder, asediado por la justicia, y continuar siendo protagonistas en los medios. Lo cual, además, es bastante fácil, pues pertenecen a Berlusconi.
En el viaje los acompañan La Derecha, Hermanos de Italia, Gran Sur, la alianza de Centro y la Liga Norte, ya sin Bossi. Representan a la derecha con fuertes vínculos católicos.
La Agenda Monti se presenta cómo la alternativa de los mercados y la UE. Quieren acabar con la imagen de tecnócrata impuesto de Monti y afianzarse en el poder. Saben que no lograrán ganar las elecciones, probablemente se queden en un tercer puesto (un segundo sería un éxito), pero confían en la alianza con el Partido Demócrata para continuar aplicando la estrategia diseñada en la UE.
Gran parte de su electorado considera esta formación como un mal menor. Están en contra de la política que hacen, pero se resignan a las imposiciones de Merkel como una forma de no quedarse fuera de Europa. Son también la apuesta de los sectores más moderados de la sociedad.
La coalición la forman partidos como el Centrista, Unión de Centro, Futuro y Libertad, Hacia la Tercera República / Italia del Futuro y el Partido Liberal Italiano.
Revolución Civil es una formación que aglutina a los partidos de la izquierda tradicional y antisistema. La podríamos comparar a la IU española de Cayo Lara. Su gran baza es la alianza estratégica con Italia de los Valoras, liderada por el ex juez Antonio di Prieto. El candidato, sin embargo, es el fiscal estrella de Palermo, Antonio Ingroia, conocido por su lucha contra la corrupción y la mafia.
Pretenden ser la fuerza política que regenere las instituciones desde dentro, luchando contra la corrupción y la delincuencia organizada. Su mayor problema es que el mensaje radical de algunos de sus miembros aleja a amplios sectores de población que, cansada de la corrupción, no quiere tampoco que se use la “limpieza de las instituciones” como coartada para introducir un régimen de economía tutelada por el Estado. Es probable que acaben siendo cuarta o quinta fuerza en el Parlamento, dependiendo de lo que haga su máximo rival: Beppe Grillo.
La coalición la forman Izquierda Verde, Italia de los Valores, Federación de Izquierda (refundación comunista) y el Movimiento Naranja, una antigua escisión de Italia de los Valores.
Movimiento 5 Estrellas. Su discurso populista e irreverente lo ha hecho favorito de los jóvenes y los grupos más daños por la crisis. Carecen de programa y de ideología definida. Su grito de guerra es: <<no nos representan>>, en referencia a los partidos políticos tradicionales.
Se trata de una plataforma política que cuasi venera a su líder, el cómico Beppe Grillo. Sin contenido ni experiencia de gestión demostrable en ninguno de sus líderes, tienen a su favor un discurso simple y directo que cala en ciertos grupos de la sociedad. Es un nuevo populismo de izquierda que surge como antítesis al populismo neoliberal de Berlusconi.
En las últimas elecciones e convirtieron el tercera fuerza política, y aunque las encuestas les son muy favorables, ellos mismos son conscientes que sus resultados estarán por debajo de lo obtenido en las municipales. Entonces eran la novedad, estaban “limpios”, pues nunca habían gestionado nada, pero ahora se enfrentan a las elecciones con el peso de la gestión que han empezado a hacer en las municipales, y esto les está cortando las alas. El globo se deshincha, a pesar de un adelanto electoral que les favorece, la atención mediática que han despertado y el lenguaje provocador que emplean.
Evitar el Declive, sería la traducción más adecuada a esta formación que concurre casi sola a las elecciones. Está liderada por un conocido contertulio de orientación liberal, Óscar Fulvio Giannino.
No se espera que obtengan unos buenos resultados, sólo que estén en el Parlamento, pero sin capacidad siquiera de influir en ninguna de las carambolas de gobierno que pueden darse. Su ideología está inspirada por el liberalismo clásico. En este sentido, sus propuestas son muy similares a las que en España formula el extraparlamentario Partido de la Libertad Individual o el Think Tank Instituto Juan de Mariana.
Aunque sus propuestas pueden sonar antisociales y no gustar a los sectores más proclives al intervencionismo del Estado, son la formación política con más base ideológica y claridad de ideas de las que se presentan. Al menos, son los únicos que dicen lo que van a hacer si gobiernan, guste o no.
Su campaña electoral, además, está siendo de las más originales. Un mensaje claro, recogido en diez propuestas muy concretas, un uso muy hábil de las nuevas tecnologías (implicando en los foros a los simpatizantes) y un nuevo modo de organizar sus actos públicos: los anti-mitin, donde los asistentes no sólo escuchan y aplauden, sino que participan en el debate, está haciendo que ganen muchas simpatías entre los grupos más concienciados de las clases medias.
Elecciones en Italia
Aunque no están ocupando muchos titulares de prensa, las elecciones italianas pueden ser determinantes para el futuro de la UE, y sobre todo, para los objetivos de España, que junto a Francia (cuya economía se deteriora a marchas forzadas), precisa de aliados que logren involucionar la austeridad impuesta y permitan el crecimiento.
Berlusconi ha llegado para enrarecer, de nuevo, el ya pesado y complejo sistema político italiano. Una democracia que aún no se ha repuesto del hundimiento de sus dos grandes partidos: el Partido Comunista Italiano, el más importante de Europa; y la Democracia Cristiana. Curiosamente, mucho de lo que se está viviendo hoy en España, lo sufrieron los italianos hace más de veinte años, cuando a comienzo de los noventa, tras la ciada del muro de Berlín, las contradicciones internas y los problemas de corrupción hundieron a las dos grandes formaciones, permitiendo el resurgir de los populismos.
Como consecuencia del hundimiento de unos partidos que, no lo olvidemos, sirvieron de referente para la creación de los dos grandes partidos que gobiernan en España, la política italiana se fragmentó en una pléyade de partidos pequeños que concurren a las elecciones en endebles coaliciones. Esta debilidad de los partidos, y la ausencia de programas que los amalgamen, dejo espacio para que figuras como Berlusconi alcanzasen el poder. Pero sería injusto acusar sólo a Berlusconi, pues él representa un arquetipo de populismo, asociado con la derecha y los poderes financieros y mediáticos. En el otro lado, un exultante Beppe Grillo, igual de populista que Berlusconi, impulsa un movimiento de clara tendencia izquierdista y asamblearia que se abre paso entre unos partidos débiles y desacreditados, rehenes en muchos casos de su propio pasado, al cual no han sabido (o no han querido) dar la espalda.
Italia debe servir para la reflexión, pues el mejor ejemplo de lo que puede llegar a convertirse la política española durante décadas, si somos incapaces de asumir las reformas necesarias para evitar que nuestra joven democracia se convierta en el terreno abonado a la demagogia y el populismo. Además, como he dicho más arriba, los resultados de de estas elecciones pueden ser trascendentales para el futuro de Europa, y en especial para los intereses de España y el conjunto de los países mediterráneos.
La pasividad que mata
Cuando gente tan dispar como Alejo Vidal-Quadras y Cayo Lara coinciden en algo, es que algo grave está pasando. En su blog de Intereconomía, el eurodiputado del PP solicitaba esta semana un Congreso Extraordinario del PP, que es lo mismo que decir <<váyase, señor Rajoy. Váyase>>. Cayo Lara lleva semanas pidiendo la dimisión del Presidente del Gobierno, en esto se adelantó a Rubalcaba, que no tiene los reflejos muy afinados últimamente.
Rajoy, por su parte, como quien oye llover. A lo suyo, que seguro que él sabrá lo que es, porque lo que somos los españoles, no tenemos la más remota idea de a qué puñeta dedica el tiempo. Anda, como siempre, esperando que la tormenta escampe. Ha sido su estrategia desde que entró en política: sentarse y esperar que el tiempo resuelva los problemas y sus rivales cometan errores que los precipiten al vacío. Pero esta vez no parece que la cosa vaya a darle buenos resultados.
Primero porque este no es tiempo de retóricas, es momento de acciones, y acciones contundentes, que no dejen lugar a dudas. Segundo, porque la sociedad española está cansada de esperar y la paciencia de todos tiene un límite, una frontera cada vez más cercana. Su pasividad está enfadando aún más que las noticias sobre presuntas corruptelas que inundan el mercado mediático.
Algunos dice que está cavando su propia tumba. Creo que tienen razón, la reelección la tiene muy difícil. Pero ese no es el problema. El problema es que tanto está cavando que en la fosa cabrán muchos. Por ahora, seis millones de desempleados y cientos de miles de empresas que han cerrado. En la tumba que está cavando terminará por enterrarse él y la esperanza de toda una generación. Y que la cosa quede ahí, porque cuanto más se enrarece el clima político, más gente se desencanta con la democracia.
El Presidente del Gobierno no puede seguir escondiéndose tras discursos vagos y segundos en la lista de los poderosos. Tiene que dar la cara. España no puede creer que esté gobernada por una televisión de plasma. Urge tomar medidas legislativas que garanticen la regeneración democrática. A la par, debe dar un giro a su política económica pese a quien le pese. Europa está a punto de estallar en mil pedazos. Los discursos en el seno de la Unión son cada vez más distantes unos de otros, y pende como una mortal amenaza la posibilidad de un referéndum en el Reino Unido que abriría la caja de Pandora. Es el momento de plantarse. De decir basta. Y exigir una integración política y la corresponsabilidad de todos en la resolución de los problemas que afectan a gran parte de los países de la Unión o romper la baraja. Me dolería más que a nadie, pues soy un europeísta ferviente; pero no podemos tolerar que Europa se convierta en el cortijo privado de Merkel y los demás profetas del Reich.
En alguna ocasión, Rajoy ya ha manifestado su contrariedad a las políticas de Merkel, pero no le acompañan los hechos. Tampoco puede decirse que valga mucho como comunicador. Tiene que actuar en los dos frentes abiertos. En el interior, favorecer cambios que garanticen un nuevo modelo democrático, donde los ciudadanos tengan más control sobre sus representantes públicos; esto es, listas abiertas y diputados que rindan cuenta a sus votantes en las circunscripciones por las que son elegidos y no las direcciones de los partidos. En el frente exterior, tiene que hacer piña con los países que exigen un cambio en la política económica de la UE, más integración política y democratización de las instituciones. Y debe hacerlo con la rotundidad de quien sabe que defiende lo que es justo, y que estará dispuesto a llegar hasta el final – incluso la salida de la UE y el retorno a la peseta – antes que continuar arrodillado y esclavo.
Esperar a que al enemigo se le agoten las balas mata a muchos soldados. Una sangría de vidas y sueños que España no puede permitirse. No puede continuar encerrado en la trinchera, debe cambiar de táctica y pasar a la ofensiva cueste lo que cueste. De lo contrario, esta guerra de desgaste terminará minando la moral de la sociedad y destruyendo a toda una generación. En su mano está hacer algo. En la nuestra, exigírselo día tras día, y pasarle la factura en cuanto tengamos la oportunidad. Y espero que sea pronto.
Tirar la piedra, esconder la mano
Los últimos meses, las redes sociales han estado revolucionadas con la aparición del Partido X, también conocido como Partido X el Futuro. Lo cierto es que el fenómeno me resulta demasiado familiar. Estrategias parecidas las pusieron en marcha, con éxito desigual, formaciones políticas y movimientos sociales como el Partido Pirata o Anonimus.
Creo que la estrategia online les ha funcionado bien, han logrado llamar la atención y tener su minuto de gloria, pero no creo que vayan más lejos. Entre otras razones, por la imposibilidad de mantener viva la llama de la ilusión durante el tiempo suficiente. Equo ya sabe de lo que estoy hablando. La ventaja competitiva que supone ser “la novedad”, exige rapidez de acción, porque de lo contrario, antes de lo que imaginas dejas de ser noticia, y tu valor diferencial, la novedad, se desinfla.
Como experimento sociológico, ha estado bien, pero ¿realmente queremos fiar nuestros destinos a un partido de rostros anónimos? Lo cierto es que la política las hacen las personas. Las ideas, todas, están bien sobre el papel, pero a la hora de la verdad son las personas las que, con sus virtudes y defectos, hacen la política. En realidad, no hay una buena o una mala política; hay buenos o malos políticos. Ocurre igual que en el deporte, las reglas son las mismas, pero no es igual un servidor – torpón para dar patadas – que Messi. La degeneración de los partidos políticos no debería ser caldo de cultivo para los discursos populistas. Y el discurso de este partido sin rostro es de un populismo asamblearista subido. Les aconsejaría que leyesen La Rebelión de las Masas, de Ortega y Gasset, y reflexionar sobre los riesgos del asamblearismo, que al final sólo nos conduce hacia la dictadura de los mediocres.
Como alguien que se ha pasado la vida defendiendo un sistema electoral de listas abiertas, que permita elegir a la persona y no al partido, no puedo ni quiero sentirme tentado por estas formas anónimas y asamblearias de hacer política o provocar cambios. Cuando pienso en la democracia, pienso en el pueblo reunido en el ágora, eligiendo a los más notables, a los más honrados y aptos para cada función. Aspiro que a ser un día gobernado por hombres mejores que yo, por eso no puedo sino sentir repugnancia ante quienes se ocultan en la masa y hacen del anonimato una estrategia de acción política. Tiran la piedra y esconden la mano.